Es la clásica estantería de varilla o alambre. Su ventaja es que no acumulan polvo y humedad en las baldas, son resistentes y ligeras al mismo tiempo.
Además de su uso habitual en baños y cocinas quedan bien en estudios, lofts, áticos y oficinas.
Al ser metálicas la carcoma o las humedades no las arruinan.
Lo más destacable para mí es el sistema de ensamblaje, extremadamente ingenioso y sencillo a la vez. No se precisa de ninguna herramienta, nada de destornilladores ni llaves allen.
Cada estante o balda lleva un anillo cónico en cada esquina; los montantes a su vez llevan unas hendiduras cada cierta distancia; se adjuntan unas piezas de plástico de perfil cónico que se colocan alrededor de los montantes a la altura deseada sobre una hendidura; entonces se desliza la balda desde arriba y la pieza plástica queda aprisionada por el anillo de cada esquina.
El propio peso del estante hace que se quede todo sujeto. Tan sencillo como esto. Por supuesto se puede deslizar el estante hacia arriba y reajustar la altura a voluntad.
Otro detalle es que llevan patas con pie de plástico, para no rayar el suelo, ajustables a tornillo individualmente. Así se pueden salvar las irregularidades del suelo y evitar que la estantería se bambolee. En el paquete se adjunta un accesorio para sujetarla a la pared y evitar vuelques.
Son todos estos, detalles que demuestran que el diseñador y el fabricante se han tomado en serio su producto.
La estantería es muy ligera. Cuando está vacía la puede mover una sola persona sin ningún esfuerzo.
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